SOLARIS . UNA OBRA MAESTRA DE LA CIENCIA FICCIÓN
"Solaris" del
polaco Stanislaw Lem es mi novela de ciencia ficción favorita desde siempre,
quizá junto al magistral relato de Philip K Dick "Segunda variedad",
y "Un muchacho y su perro" de Harlan Ellison. Publicada en 1961,
todavía hoy en día supera en calidad e imaginación a cualquier muestra
relacionada con la Sci-fi de toda la vida, porque transciende sus fronteras
para volverse una poderosa metáfora de la condición humana. Hay algo muy
poderoso en la trágica odisea de Chris Kelvin en la estación de Prometeo que
rodea al planeta Solaris.
Toda una anomalía en el
universo, porque los científicos Snaut y Sartorius sospechan, que Solaris es
una entidad viviente en sí mismo. Un gigantesco cerebro rodeado de un océano
pensante que desea comunicarse con los habitantes de la estación, y para ello
crea réplicas de sus seres queridos o conocidos, y el mismo Chris Kelkin, no es
una excepción. Solaris "resucita" a Hari, la esposa de Chris, muerta
años atrás, y esta no es sino una imagen distorsionada del recuerdo que el
psicólogo espacial tiene de su esposa. Snaut dice en un momento dado:- No
buscamos otros mundos, buscamos espejos -, y Solaris en sí mismo, escapa a la
comprensión humana.
A diferencia del concepto
"Pulp" típico del alienígena en la Sci-fi anglosajona como un
"invasor", o benefactor según el caso, que no es sino una alusión al
mismo ser humano, lo alienígena en Solaris es algo que escapa a nuestro sentido
de la lógica. Es algo realmente "ajeno", porque no sabemos con qué
nos hemos encontrado y cualquier intento de comunicación racional está
predestinado al fracaso. Chris comprueba que Hari solo es una
"fotocopia" de su esposa muerta, que reproduce la imagen llena de
prejuicios que tenía sobre ella. Dependiente, insegura, suicida... y el
"milagro cruel" (en palabras de Lem), que significa su regreso, es
solo un obsequio trágico. Como el resto de réplicas de la estación.
Llevada primero a la
televisión en formato teatral, y luego adaptada magistralmente por Andrei
Tarkovski en 1972 en una adaptación que no contentaba a Tarkovski, pues este deseaba
eliminar toda alusión futurista y centrarse en su poder metafórico. La versión
de Steve Soderberg (2002), es interesante, aunque carga con el prejuicio de
estar trivializada por imposición de su egomaníaco productor James Cameron.
Irónicamente, Lem detestaba
todas las versiones, al igual que la típica Sci-fi de sabor Pulp, siempre
siendo fiel a sí mismo y a sus valores intelectuales. Precisamente es un
norteamericano de origen chino, Ted Chiang, el principal sucesor de Lem en
estos últimos tiempos. Y le sigue muy de cerca, el español Eduardo Vaquerizo.
Pongo la mano en el fuego.
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